Las luces brillantes de la tienda de decoración navideña se reflejan en los ojos tristes de Ferit. A su lado, Seyran está absorta eligiendo esferas de cristal brillantes, pero él no puede concentrarse en nada más que en la imagen de Pelin sonriendo y hablando alegremente con un hombre extraño en la esquina de la habitación. Es como si una mano invisible apretara su corazón. Los recuerdos de los momentos dulces con Pelin vienen a su mente, mezclados con el dolor de su partida. Seyran se da cuenta del cambio en la mirada de Ferit. Deja las esferas de cristal y se gira para mirarlo. “¿Estás bien?” pregunta con una voz suave, pero no puede esconder la preocupación. Ferit niega con la cabeza lentamente, tratando de controlar sus emociones. “Estoy bien,” dice, pero su voz tiembla.
Seyran no cree sus palabras. Sabe que Ferit todavía ama a Pelin. “No puedes pasar un día sin pensar en ella, ¿verdad?” pregunta, su voz algo amarga. Ferit guarda silencio, su mirada sigue fija en Pelin. Dentro de Seyran surge una sensación de ira y desilusión. Ha intentado con todas sus fuerzas olvidar el pasado de Ferit, confiar en su amor. Pero ahora, siente que todos sus esfuerzos han sido en vano. Ferit decide enfrentar su pasado. Se acerca a Pelin, su corazón late rápidamente. “Pelin,” llama su nombre. Ella se vuelve, mirándolo con una mirada fría. “¿Qué quieres?” Ferit no sabe qué decir. Solo quiere decirle que aún la ama, que se arrepiente de todo. Pero antes de que pueda abrir la boca, Pelin lo interrumpe: “Hice lo que me dijiste, Ferit. Ya no te espero. Me dijiste que te olvidara, y ahora estoy viviendo mi propia vida.” Las palabras de Pelin son como una daga clavada en el corazón de Ferit. Siente que realmente la ha perdido. Él mismo la empujó fuera de su vida, y ahora debe enfrentar las consecuencias.