Y en los próximos capítulos de la serie La Promesa

El regreso inesperado del capitán Lorenzo desatará un clima de tensión insoportable dentro del palacio. Todos sentirán el peso de su presencia, pues quedará claro que su único objetivo es vengarse de quienes lo enfrentaron en el pasado. Nadie se sentirá a salvo. Sin embargo, habrá alguien que no se doblegará ante su soberbia: Curro. El joven demostrará un coraje sorprendente y, con un movimiento brillante, logrará devolver a Lorenzo tras las rejas, provocando un vuelco inesperado en la trama.

Pero lo más impactante será que, gracias a esta acción, Curro no solo recuperará la dignidad perdida, sino que también recibirá el reconocimiento como noble que siempre se le negó. Una aparente victoria… que sin embargo traerá consigo un detalle perturbador capaz de alterar todo lo que los habitantes del palacio creían seguro.

La historia se pondrá en marcha con la entrada triunfal de Lorenzo por los corredores de la mansión. Desafiante y con la sonrisa burlona que lo caracteriza, exhibirá la arrogancia de quien ha sabido utilizar contactos e influencias para obtener la libertad provisional. Caminará con desprecio, ignorando las miradas de repudio de criados y señores, comportándose como si jamás hubiese sido encarcelado. Esa misma noche, en sus aposentos, se dejará caer en una butaca, apoyando las botas sucias de barro sobre la mesa como si quisiera dejar clara su autoridad. El fuego de la chimenea iluminará su expresión cínica.

En ese preciso momento, Curro entrará con una bandeja de té, cumpliendo órdenes. Lorenzo, sin levantarse, soltará con sorna: “Mira quién me sirven ahora… el bastardo del marqués convertido en criado. Eso sí es un espectáculo.” Le exigirá que lo atienda como si fuera un sirviente más, intentando humillarlo. Curro, aunque herido, mantendrá la compostura. Pero la tensión aumentará cuando Lorenzo, en un arranque de crueldad, le ordene arrodillarse para quitarle las botas.

Curro lo mirará fijamente y, con voz firme, replicará: “Cumplo mis obligaciones, Lorenzo, pero no soy tu perro. Quítatelas tú mismo.” La respuesta encenderá la ira del capitán, que se acercará amenazante, respirando odio y lanzando frases cargadas de desprecio: “No eres nada, y me aseguraré de destruirte hasta dejarte vacío.”

Sin embargo, Curro no retrocederá. Con los puños apretados, se atreverá a gritarle a la cara: “No te tengo miedo. Ya te metí en la cárcel una vez, y lo volveré a hacer. Esta vez será definitivo.” El silencio tenso durará unos segundos antes de que Lorenzo, entre risas oscuras, sentencie: “Entonces que empiece la guerra.”

Al día siguiente, el capitán no perderá el tiempo. Se presentará en los aposentos de Leocadia con la misma altivez, exigiendo su ayuda para librarse de las acusaciones pendientes. Ella, fría y calculadora, le dejará claro que no piensa socorrerlo: “Ya no te necesito, Lorenzo. Has demostrado ser débil. Incluso un criado consiguió derribarte.”

Las palabras herirán el orgullo del capitán, que responderá con amenazas veladas: “Si yo caigo, tú también. Sé todos tus secretos y puedo arrastrarte conmigo.” Pero antes de que el enfrentamiento pase a mayores, Cristóbal irrumpirá en la habitación. Con voz grave y mirada de acero, advertirá a Lorenzo: “Si vuelves a poner un dedo sobre Leocadia o revelas lo que sabes, no verás otro amanecer.” El choque de miradas será brutal, pero finalmente Lorenzo saldrá dando un portazo, jurando que no será la última vez.

Tras la tempestad, Leocadia y Cristóbal intercambiarán una mirada de complicidad. Ambos saben que Lorenzo no se detendrá, pero también que la guerra está apenas comenzando. Y ella, con la astucia que la caracteriza, revelará su plan: utilizar la arrogancia del capitán en su contra. Explicará que hace tiempo redactó una carta falsificada, imitando la letra de Lorenzo, en la que este confiesa fraudes, extorsiones y hasta intentos de asesinato. El objetivo será dejarla al alcance de Curro, que al encontrarla la entregará sin dudar.

El plan se cumplirá a la perfección. Mientras transporta ropa de cama, Curro descubrirá el sobre olvidado. Al leerlo, sentirá que la justicia al fin le sonríe: “Lo confiesa todo…” Con el corazón acelerado, correrá hasta Manuel para mostrarle la prueba. El joven, tras revisarla, coincidirá: “Si esto es cierto, Lorenzo está acabado.”

No tardarán en llamar al sargento Burdina, que al leer el documento dictaminará que es suficiente para ordenar un arresto inmediato. Esa misma tarde, Lorenzo será sorprendido en sus aposentos por guardias que lo detendrán mientras él grita desesperado: “¡Esto es una trampa! ¡Yo no escribí nada!” Pero sus protestas caerán en saco roto; esposado, será conducido entre las miradas satisfechas de los criados.

La mañana siguiente, la noticia recorrerá cada rincón del palacio. Curro será recibido como héroe. Manuel lo abrazará emocionado, mientras Alonso, el marqués, lo llamará a la biblioteca para darle la noticia más inesperada: “Has demostrado más valor que muchos nobles. Es hora de reconocerte como Luján. Recuperas tu título.” El joven, conmovido, aceptará al fin el reconocimiento que siempre soñó.

No obstante, mientras todos celebran la caída del capitán y el ascenso de Curro, en la intimidad de sus aposentos, Leocadia y Cristóbal levantarán sus copas. Brindarán satisfechos por el éxito de su plan, seguros de que nadie sospecha de ellos. Ella, con una sonrisa venenosa, susurrará: “Curro cree que es el héroe, y Lorenzo ha caído en la trampa. Todo ha salido tal como lo planeamos.”

El espectador quedará con una sensación inquietante: lo que parece un triunfo de la justicia no es más que el fruto de una maquinación aún más peligrosa. Porque en La Promesa, nada es lo que parece, y cada victoria puede esconder una derrota aún mayor.