Catalina secuestrada: el cruel plan del barón Valladares
El destino de Catalina se tuerce de la forma más brutal cuando es arrancada de los brazos de sus hijos y obligada a subir a un carruaje que la aleja sin piedad de La Promesa. El barón de Valladares, en secreto aliado de Cristóbal Iturbe, pone en marcha un plan macabro cuyo único objetivo es hundir a los Luján. Mientras Adriano, destrozado, recorre los pasillos del palacio como un hombre perdido, Manuel intenta mantener la calma para descubrir quién está detrás de la desaparición
La tragedia se multiplica: Leocadia anuncia un compromiso inesperado que enciende la furia de Curro; Pía tropieza con una pista que podría salvar a Catalina; y el secreto de Enora amenaza con romperle el corazón a Toño. En cada rincón del palacio estallan las pasiones más oscuras: traiciones, venganzas y amores prohibidos se entrelazan como hilos de un tapiz maldito.
Catalina, mientras tanto, vive su propio infierno en un coche que avanza a toda velocidad hacia un destino incierto. Cada kilómetro la aleja de sus hijos y cada recuerdo de sus risas es un cuchillo en el alma. Valladares le ha dejado clara su amenaza: si intenta volver, los pequeños pagarán el precio. Aun así, la joven madre se aferra a la esperanza, grabando en su memoria cada detalle del camino con la determinación de alguien que se niega a rendirse.
En La Promesa, el vacío que deja su ausencia contamina el aire. Adriano, convertido en un hombre roto, grita sus nombres hasta perder la voz. El barón, mientras tanto, contempla el caos desde la distancia, satisfecho con la destrucción que ha desatado. Su encuentro clandestino con Cristóbal confirma la magnitud del plan: no se trata solo de un secuestro, sino de una guerra silenciosa destinada a aniquilar a los Luján.
Las sospechas empiezan a crecer. Manuel recuerda las advertencias de su hermana sobre Valladares y, junto con los testimonios de los sirvientes, las piezas comienzan a encajar. Aun así, carecen de pruebas. Adriano quiere lanzarse contra el barón, pero Manuel lo detiene: deben actuar con cabeza si quieren salvarla.
Paralelamente, la máscara de Enora empieza a resquebrajarse. Sus evasivas despiertan dudas en Manuel, que decide investigar su pasado. El hallazgo es demoledor: su verdadero nombre es Sofía Alarcón, hija de una familia de estafadores. Toño, enfrentado a la verdad, queda dividido entre el dolor de la traición y el amor que aún siente.
La tensión alcanza su clímax cuando Pía escucha por casualidad a dos hombres hablar de un “paquete” encerrado en el viejo pabellón de caza de los Solana. Al unir cabos, comprende que Catalina está allí y regresa de inmediato a La Promesa para avisar a Manuel y Adriano. Esa misma noche, un grupo reducido y armado parte en misión de rescate.

El enfrentamiento es fulminante. Adriano rompe la puerta que mantiene prisionera a Catalina y la encuentra viva, aunque marcada por el horror. Pero la lucha no ha terminado: los hijos siguen en manos del barón. La segunda parte de la operación los lleva a la finca de Valladares, donde el enemigo, acorralado, no tiene más opción que confesar. Los pequeños son liberados y el barón reducido.
El regreso al palacio es apoteósico. Catalina y Adriano, con los niños en brazos, atraviesan las puertas entre lágrimas y vítores. Sin embargo, el eco del mal aún retumba: la ambición de Lorenzo es desenmascarada y su compromiso con Ángela se desmorona bajo la presión de Curro y Alonso; Enora, ahora Sofía, confiesa sus pecados y suplica una segunda oportunidad; y el misterio de Petra empieza a apuntar a una conspiración mucho más siniestra.
El episodio se convierte en una montaña rusa de emociones desgarradoras, revelaciones explosivas y momentos de angustia que mantienen a los Luján en vilo. La pregunta ahora es inevitable: ¿la pesadilla ha terminado realmente o el plan de Cristóbal apenas comienza?