El capítulo 686 de La Promesa llega cargado de tensión, revelaciones y giros que prometen sacudir cada rincón del palacio. En esta entrega, Manuel confirma sus sospechas: nadie en los alrededores sabe quién es Enora ni de dónde viene. Esta incógnita transforma a la enigmática joven en el centro de todas las dudas, mientras el aire en los pasillos se espesa con secretos y temores.
La atmósfera en La Promesa es asfixiante. La reciente partida de Catalina ha dejado tras de sí un vacío doloroso y, al mismo tiempo, un terreno fértil para las ambiciones de quienes buscan ascender. Una de ellas es Leocadia, decidida a ganarse la confianza del marqués Alonso y tomar el control de las tierras, aunque su empeño choca con las rígidas tradiciones de linaje. En paralelo, Adriano se hunde en la tristeza tras la marcha de Catalina, al punto de sufrir una crisis que despierta la preocupación de toda la casa y da a Leocadia la oportunidad de mostrar un liderazgo inesperado.
Mientras tanto, Ángela y Curro viven en la cuerda floja. Ella tiembla bajo la sombra constante de Lorenzo, y él, marcado por la humillación de haberse visto forzado a arrodillarse para limpiar unas botas impecables a cambio de dinero, jura no volver a ceder jamás. Ambos trazan un plan desesperado para huir al amanecer, aunque la amenaza de que Lorenzo lo descubra pesa como una sentencia de muerte. Entre susurros nocturnos y miedos compartidos, la pareja se aferra a la esperanza de empezar de nuevo, aunque el riesgo sea inmenso.
En el servicio, la tensión también se palpa. La ausencia de Pía ha sumido a Ricardo en la melancolía, al tiempo que genera un enfrentamiento interno entre quienes quieren traerla de vuelta y quienes creen que su desobediencia merece un castigo ejemplar. Cristóbal, cada vez más dolido en su orgullo, ve cómo su autoridad se debilita, y busca en Leocadia un aliado para restablecer el orden.
Y en medio de todos estos conflictos, Enora se convierte en un verdadero fantasma. Sus pasos silenciosos la llevan a hurgar en los papeles de Manuel, recopilando información con una obsesión que despierta sospechas. Toño ya había notado esa hambre desmedida de conocimiento, y ahora Manuel confirma sus temores: tras preguntar en el pueblo, nadie conoce a la misteriosa joven. Enora no tiene raíces, no tiene pasado reconocible. Es una mentira viviente, un peligro que ha penetrado hasta el corazón de La Promesa.
El punto de inflexión llega cuando Manuel descubre un detalle perturbador: un mapa alterado que conecta a Enora con la capilla abandonada en tierras del barón de Valladares. Esa pista enlaza su presencia con el oscuro legado de la carta del barón, y convierte a la joven en una amenaza directa. Manuel entiende que ya no se trata de simple desconfianza: Enora guarda un secreto capaz de destruirlos a todos.
Entre amores que luchan por sobrevivir, ambiciones que nacen de la desgracia ajena, lealtades divididas y misterios cada vez más profundos, una pregunta resuena como un eco implacable en los muros del palacio:
¿Quién es realmente Enora y qué oculta en las sombras de su falsa identidad?