Alonso sospecha del chantaje de Lorenzo a Leocadia. El próximo episodio de La Promesa promete tensión y revelaciones que dejarán a todos en vilo
La historia en el palacio continúa intensificándose, y el ambiente se ha vuelto tan denso que cada mirada parece esconder un secreto y cada palabra puede convertirse en un arma. La sombra de un chantaje empieza a sobrevolar con fuerza los pasillos, y Alonso, con su intuición afilada por los años, se atreve a pensar lo impensable: que la obediencia inquebrantable de Leocadia hacia Lorenzo no sea fruto de convicción, sino de una amenaza que la ata de manos y pies.
La ausencia de Catalina sigue siendo un fantasma que atormenta a toda la familia. Sus cartas de despedida no han traído alivio, sino más dudas. Para Alonso, esas líneas escritas con cuidado no son más que una máscara. Reconoce la letra de su hija, pero no su espíritu. La Catalina que él conoce no se rendiría sin luchar ni abandonaría a sus hijos de esa manera. Esa sensación de incoherencia le hiere profundamente, como si una parte vital de su familia hubiese sido arrancada a la fuerza.
En ese torbellino de emociones, Leocadia se mueve como una jugadora fría y calculadora. Para ella, la desaparición de Catalina ha resultado ser la cortina perfecta que distrae a todos mientras sus planes avanzan en silencio. Su proyecto central, el matrimonio de Ángela con el Capitán Lorenzo de la Mata, parece asegurado, aunque la joven lo rechace con todas sus fuerzas. Pero esa seguridad tiene un precio: el constante sometimiento de Leocadia a las exigencias de Lorenzo, un sometimiento que Alonso comienza a interpretar como resultado de una presión intolerable.
Ángela, mientras tanto, se erige como el mayor obstáculo de su madre. Rebelde, apasionada y fiel a sus sentimientos, no acepta el destino impuesto. Sus enfrentamientos con Leocadia se han convertido en verdaderas batallas, en las que cada frase lanzada es una estocada. La muchacha ha cambiado: ya no es aquella soñadora ingenua, sino una joven curtida por la traición y dispuesta a romper las cadenas, aunque ello suponga arriesgarlo todo.
En el ala del servicio, el drama adopta otros matices. Petra, siempre tan firme e implacable, ahora se consume bajo una enfermedad misteriosa. Lo que parecía una simple dolencia se ha transformado en un tormento que la inmoviliza y la llena de terror. Su fragilidad, guardada en secreto, solo ha sido compartida con María Fernández, que se ha convertido en su inesperada confidente. Esta relación, que alguna vez estuvo marcada por tensiones, ahora se cimenta en la lealtad y en un silencio cómplice. Sin embargo, el deterioro de Petra es evidente, y el riesgo de que su situación salga a la luz crece cada día.
En paralelo, en las cocinas, la tensión aumenta tras el fiasco del desayuno. Lope y Vera, atrapados en sus propias disputas, ven cómo su error llega a oídos de Cristóbal, el padre de Petra. La profesionalidad del servicio ha quedado en entredicho, y ambos saben que las consecuencias podrían ser severas. Una simple discusión culinaria ha desatado un efecto dominó que amenaza con repercutir en la estabilidad de toda la servidumbre.
Mientras tanto, los celos comienzan a avivar un nuevo conflicto. Simona y Candela, con su agudeza de mujeres curtidas, perciben lo que Manuel intenta ocultar: sus sentimientos hacia Enora. La cercanía entre la joven y Toño despierta en el marqués una incomodidad que se disfraza de silencios prolongados, miradas intensas y preguntas aparentemente inocentes. Enora, atrapada entre la lealtad a Toño y la inesperada tensión con Manuel, empieza a sentirse cada vez más incómoda. Lo que para ella era una amistad basada en la pasión compartida por la aviación se convierte poco a poco en un triángulo cargado de incertidumbre.
El eco de Catalina sigue presente en cada rincón. Adriano, incapaz de aceptar que su esposa haya abandonado voluntariamente a sus hijos, busca respuestas y se aferra a la convicción de que algo siniestro ha sucedido. Cuando Martina recuerda las amenazas del barón de Valladares, la sospecha de que él pueda estar implicado gana fuerza. Aunque Jacobo intenta sofocar esas teorías, la actitud demasiado fría de su prometido despierta en Martina una duda aún más perturbadora: ¿sabe más de lo que admite?
Mientras todo esto se desarrolla, Alonso se decide a enfrentar directamente la verdad. Su conversación con Manuel refuerza sus sospechas: el comportamiento de Leocadia es incoherente. La mujer que siempre se opuso a cualquier pretendiente que consideraba indigno ahora entrega sin resistencia a su hija a un hombre como Lorenzo. No hay lógica en ese cambio repentino, salvo que existiera una presión externa.
La tensión se intensifica cuando Alonso interroga a Leocadia. Frente a frente, marqués y dama se miran a los ojos en un duelo silencioso. Él le exige respuestas, convencido de que Lorenzo la ha sometido mediante chantaje. Ella, atrapada entre el instinto de supervivencia y el peso de su secreto, guarda silencio. Un destello de pánico en su mirada traiciona la fachada de serenidad. Sus evasivas solo confirman lo que Alonso ya teme: que la unión entre Ángela y Lorenzo es fruto de una extorsión.
La situación alcanza un punto crítico cuando Lorenzo irrumpe en el despacho del marqués. Su actitud arrogante, sus palabras cargadas de insinuaciones y su descarada mención a su “influencia” terminan de despejar las dudas de Alonso. No se trata de un simple matrimonio de conveniencia: es una imposición forzada bajo la amenaza de un poder oculto. La arrogancia del capitán y su amenaza velada hacen que Alonso se comprometa en silencio a desenmascarar la verdad, aunque ello lo enfrente a un enemigo despiadado.

En otra habitación, Ángela desafía a su madre con palabras cargadas de dolor. La joven se niega a casarse con Lorenzo y acusa a Leocadia de venderla como si fuera una mercancía. El enfrentamiento es brutal: Ángela confiesa su amor por Curro y su odio hacia la decisión materna. Pero, detrás de la dureza de Leocadia, se vislumbra un matiz inquietante: también ella parece ser prisionera de una situación más grande que sus propias decisiones.
Por otro lado, Ricardo, ahora reducido a mozo, se ahoga en la culpa. Cree ser el causante indirecto de la marcha de Pía, a quien amaba en silencio. La ausencia de Dieguito y de su madre es una herida que no cicatriza. Su dolor es silencioso, pero demoledor.
Mientras los personajes se enfrentan a sus luchas personales, el palacio entero se convierte en un hervidero de secretos listos para estallar. Petra, inmovilizada por su dolencia, está al borde de que su secreto sea descubierto por todos. Alonso, cada vez más cerca de desenmascarar a Lorenzo, está dispuesto a desafiarlo abiertamente. Y Ángela, enfrentada a su madre, se prepara para resistir con uñas y dientes.
La Promesa se convierte así en un escenario cargado de intrigas, pasiones y revelaciones inminentes. Todo apunta a que las próximas jornadas traerán consigo una tormenta que pondrá en jaque no solo la estabilidad de la familia Luján, sino la de todos los que habitan bajo el techo del palacio. Porque en este juego de poder, chantajes y secretos, nadie saldrá indemne.