La nueva tanda de episodios de La Promesa llega cargada de drama, tensión y decisiones que marcarán el rumbo de los personajes. Esta semana los espectadores deberán despedirse temporalmente de dos figuras clave, Catalina y Pía, y lo harán en medio de un torbellino de emociones, intrigas y giros inesperados que sacudirán tanto al palacio como a quienes lo habitan.
Desde el primer minuto, la atención se centra en Catalina, la hija del marqués, cuya vida da un vuelco irreversible. Desesperada por proteger a sus hijos, intenta escapar con ellos, soñando con una vida lejos de las presiones y del peligro que se cierne sobre su familia. Sin embargo, su plan fracasa cuando el varón de Valladares la intercepta. Con una frialdad calculada, el varón le arrebata a sus hijos bajo amenaza de muerte si osa regresar. Catalina, destrozada y sin otra salida, se ve obligada a subir a un vehículo rumbo a un destino incierto. Este movimiento, tan cruel como inesperado, marca el inicio de una desaparición que sacudirá los cimientos de La Promesa.
Mientras Catalina es conducida contra su voluntad, el varón no actúa en solitario. En escenas cargadas de misterio, se le ve reunirse en secreto con una persona que parece ser la mente maestra tras todo este plan. Esta alianza sombría confirma que las desgracias que azotan al palacio no son casuales, sino el fruto de una estrategia bien calculada para sembrar el caos.
En La Promesa, la ausencia de Catalina genera una tormenta emocional. Adriano, su esposo, comienza a inquietarse cuando las horas pasan y no recibe noticias. La familia Luján, incapaz de comprender lo que sucede, cae en un estado de desconcierto y angustia. Poco después, un rayo de esperanza aparece: los niños son encontrados sanos y salvos en un cobertizo. Sin embargo, el alivio dura poco, porque no hay ni rastro de Catalina. Solo quedan unas cartas en las que ella asegura que su marcha se debe a su deseo de proteger a sus hijos. Lejos de tranquilizar, esas palabras dejan más preguntas que respuestas. Adriano recibe una de esas cartas, pero la angustia no desaparece, mientras que Martina sospecha que el varón está detrás de todo. Jacobo, por su parte, la insta a olvidarse del asunto, aunque el enigma en torno al paradero de Catalina pesa como una losa sobre todos.

A la par de esta tragedia, estalla otra bomba en La Promesa: el compromiso de Ángela con Lorenzo de la Mata. La noticia es anunciada públicamente por Leocadia, sin que su hija lo apruebe, lo que genera una conmoción generalizada. Ángela se siente traicionada por su propia madre, incapaz de aceptar un destino que no ha elegido. Rebelde y dolida, se niega a obedecerla, y encuentra en Samuel un aliado que le ofrece apoyo y comprensión. El enfrentamiento con Lorenzo despierta viejas heridas en Ángela y la impulsa a concebir la idea de huir. El marqués, consciente de lo absurdo de este compromiso, intenta convencer a Leocadia de dar marcha atrás, pero su insistencia solo consigue hastiarla y endurecer aún más sus posturas. ¿Protege Leocadia a su hija o simplemente teme que Lorenzo revele secretos inconfesables?
Mientras tanto, el ambiente en el servicio se enrarece aún más. La ausencia de Pía deja un vacío que Cristóbal y Petra aprovechan para imponer su autoridad con mano de hierro. El malestar crece entre los criados, que critican duramente la injusticia cometida contra la ama de llaves. Ricardo se siente culpable por la marcha de Pía, y Candela, sin comerlo ni beberlo, acaba pagando las consecuencias del nuevo sistema de faltas instaurado por Cristóbal. En este clima de tensión, Petra, debilitada por un colapso físico, empieza a dar señales alarmantes de enfermedad. Sus dolores en el cuello y la rigidez corporal la obligan a reconocer que su estado es mucho más grave de lo que aparentaba. El doctor Salazar la examina, le aumenta la medicación y le aconseja reposo, aunque el alivio no llega. Ante su fragilidad, Petra confía en María Fernández para que guarde su secreto y asuma parte de sus responsabilidades, un gesto sorprendente que abre un vínculo inesperado entre ambas.
Los problemas no terminan ahí. El enfrentamiento entre López y Vera alcanza un punto crítico. La pareja, incapaz de recomponer su relación, se enzarza en discusiones cada vez más hostiles. El punto de inflexión llega cuando discuten delante de los señores durante el desayuno, un error imperdonable que llega rápidamente a oídos de Cristóbal. El castigo no se hace esperar y las consecuencias son graves, reforzando la imagen de un servicio cada vez más asfixiado bajo las normas implacables de Rasputín.
En otro rincón del palacio, las cocineras Simona y Candela observan con preocupación la situación de Enora y Toño. Ambas intentan hacer ver a la joven francesa que Manuel está celoso ante la posibilidad de su boda con Toño. El muchacho, atrapado en sus pensamientos en el taller, no logra disimular sus emociones. La relación entre Toño y Enora, que parecía avanzar hacia un final feliz, se ve así empañada por la sombra de las sospechas. Manuel, siempre atento a los detalles, no deja de observar el extraño comportamiento de Enora y se plantea si la mujer que dice amar a Toño es en realidad quien aparenta ser.

De este modo, el palacio se convierte en un hervidero de conflictos. La desaparición de Catalina flota como una sombra que empeora con cada día sin noticias. Adriano y Alonso se desesperan al no saber nada, Martina se aferra a sus sospechas y Manuel intenta, sin éxito, mantener la calma. La amenaza del varón de Valladares se cierne sobre La Promesa como nunca antes, dejando claro que su poder y sus ambiciones no han alcanzado todavía su punto más alto.
En resumen, esta semana en La Promesa los espectadores serán testigos de episodios cargados de emoción, intrigas y secretos. La forzada marcha de Catalina, el tormentoso compromiso de Ángela, la debilidad creciente de Petra, el peso de la tiranía de Cristóbal y los dilemas amorosos en torno a Enora y Toño tejen un mosaico de tramas que no dejarán indiferente a nadie. Cada capítulo promete un nuevo golpe de efecto que mantendrá a los seguidores en vilo, con la certeza de que lo peor puede estar aún por venir.
La serie demuestra, una vez más, que el palacio es un escenario donde la lealtad, la traición, el amor y la ambición se entremezclan, dando lugar a una tormenta de pasiones que amenaza con arrasar todo a su paso.