En el silencioso corazón del Palacio de Luján, donde las paredes murmuran secretos y el mármol ha visto demasiadas traiciones, un solo puñetazo marcará el inicio de una guerra abierta. Curro no lo sabía aún, pero ese día, entre libros antiguos y porcelanas rotas, su vida cambiaría para siempre. Y Lorenzo de la Mata, el temido capitán que había gobernado con puño de hierro y lengua venenosa, firmaría sin saberlo su sentencia.

EL SANTUARIO PROFANADO

La biblioteca —ese rincón casi sagrado donde los ecos del pasado dormían en páginas amarillentas— se convirtió en el escenario de un crimen sin sangre, pero con heridas profundas. El sol se filtraba a través de las vidrieras, dorando los lomos de cuero de los libros, mientras Curro, con la espalda a la puerta, fingía leer. En realidad, buscaba escapar. Escapar de Lorenzo, de sus insultos constantes, de su sombra opresiva, de un pasado que lo señalaba como bastardo e indigno.

Cuando la puerta crujió, Curro supo que la tregua silenciosa había terminado. El sonido de las botas de montar no era solo una entrada, era una declaración de guerra. Lorenzo avanzó como un depredador, rabia en los ojos, veneno en las palabras. Lo acusó, lo provocó, lo hirió con cada frase: “Bastardo sin valor”, “error que tu madre nunca debió cometer”.

Pero Curro ya no era el niño asustado. Le devolvió el fuego con palabras certeras: “Prefiero ser un error antes que un monstruo como tú”. Y fue entonces que el mundo explotó.

EL PUÑETAZO QUE LO CAMBIÓ TODO

Lorenzo no respondió con insultos. Respondió con violencia. Su puño, rápido como un látigo, impactó con brutalidad en el rostro de Curro, que cayó hacia atrás, chocando con una mesa y derribando un jarrón de porcelana. El estruendo del objeto al romperse resonó como una campana fúnebre por el orden perdido.

Allí quedó Curro, entre fragmentos, con sangre en los labios y lágrimas que ardían, pero no caían. No porque no doliera, sino porque en ese momento algo más fuerte que el miedo nació en él: la determinación.

Mientras Lorenzo, altivo y satisfecho, se marchaba de la biblioteca, creyéndose victorioso, Curro se alzaba del suelo con una mirada distinta. No había derrota en sus ojos, sino un brillo helado. El miedo había muerto. Y con él, la sumisión.

LA VERDAD COMO VENGANZA

No tomaría represalias con violencia. No se rebajaría al nivel de su agresor. Curro no buscaba venganza por la vía del golpe, sino de la verdad. Usaría su arma más poderosa: el conocimiento de los secretos sucios de Lorenzo.

Hablaría con Alonso, revelaría los negocios turbios, las amenazas, la podredumbre moral que el capitán escondía bajo su fachada de autoridad. Si no le creían, encontraría pruebas. Ese puñetazo no lo había destruido: lo había forjado. Lo había convertido en el hombre que destruiría a Lorenzo de la Mata… con hechos.

Con un fragmento de porcelana apretado en la mano, como símbolo de lo roto y lo que aún podía reconstruirse, Curro hizo un juramento silencioso. La era del miedo había terminado.

TRAICIÓN EN SILENCIO: LA OTRA GUERRA

Mientras el drama físico sacudía los cimientos de La Promesa, otra guerra más sigilosa y letal se desarrollaba en las oficinas del negocio de Manuel de Luján. Allí, sobre una mesa de caoba, yacía un informe de ventas demasiado perfecto para ser cierto.

Toño, socio de Manuel, y Enora, la diseñadora francesa, estaban desconcertados. Las cifras eran astronómicas, imposibles. Superaban toda proyección. Y la firma que las avalaba era la de Pedro Farré, el hombre que había intentado arruinarles en el pasado. Un fantasma del pasado que volvía con una sonrisa de tiburón.

Manuel lo sintió como un puñal entre los ojos. Esa firma no debía estar ahí. Y lo que lo inquietó aún más fue el canal por el cual el informe había llegado: Leocadia, su secretaria de confianza, discreta y eficaz, había sido quien lo había entregado.

LA SOSPECHA COMO VENENO

La sospecha nació como una punzada, pero creció como una ola. ¿Y si Leocadia no era quien decía ser? ¿Y si había sido un caballo de Troya todo este tiempo? ¿Y si había estado abriendo puertas a los enemigos desde dentro?

Manuel se levantó de su silla. Su rostro seguía sereno, pero por dentro ardía. Las piezas del rompecabezas se conectaban con rapidez vertiginosa: la llegada de Farré, el informe firmado, la cadena de confianza rota desde dentro.

En dos rincones distintos de La Promesa, la traición había mostrado su rostro. Una, con puños y gritos. Otra, con tinta y sonrisas falsas.

LA CAÍDA COMIENZA

Esa tarde marcaría el inicio de una caída inevitable. Lorenzo, con los nudillos aún rojos del golpe, desconocía que había encendido un incendio que no podría apagar. Curro, entre heridas y verdad, se preparaba para levantar la voz. Y Manuel, entre cifras milagrosas y sospechas envenenadas, se daba cuenta de que su mayor debilidad había estado demasiado cerca durante demasiado tiempo.

La Promesa ya no era un refugio. Era un campo de batalla.

Y todo comenzó con un puño.