La tensión ha alcanzado un punto de ebullición en La Promesa, y el destino de Ángela y Curro cuelga de un hilo. Lo que comenzó como una sospecha se transformó rápidamente en una verdad abrasadora: las intenciones de Lorenzo no eran nobles, sino una amenaza directa a todo lo que Curro amaba. La idea de ver a ese hombre, su posible verdugo, comprometerse con Ángela, la madre de Jana, fue para Curro el punto de quiebre. La furia, reprimida durante semanas, explotó con la fuerza de un vendaval.
El enfrentamiento inevitable
Curro, desbordado por la indignación, encaró a Lorenzo en la Plaza de Armas, un espacio simbólicamente marcial que se convirtió en el campo de batalla emocional de ambos. No hubo armas. Solo palabras tan filosas como espadas. Curro, con los puños apretados, le exigió a Lorenzo que se alejara de Ángela y Leocadia. Pero Lorenzo, altivo, se burló de él con esa sonrisa condescendiente que sólo los poderosos creen tener derecho a usar. El conflicto escaló rápidamente hasta que Curro soltó la acusación que nadie se había atrevido a pronunciar: “Tú mataste a mi padre.”
Aquellas palabras resonaron en el patio como un trueno, helando la sangre de Lorenzo y sellando el destino de Curro. Ya no había vuelta atrás. El joven sabía que su estancia en La Promesa había terminado. Lorenzo no lo dejaría respirar ni un día más sin represalias. Lo que antes era una fantasía —huir con Ángela— se volvió de pronto una urgencia vital.
Leocadia mueve sus piezas
Mientras tanto, Leocadia, siempre un paso por delante, decidió cortar las alas a Lorenzo de una vez por todas. Con la precisión de una experta en manipulación, desempolvó favores, presionó aliados en las altas esferas y recurrió a un as bajo la manga: el Marqués de Andújar. Usando secretos del pasado que sólo ella conocía, logró que el Marqués redactara una carta oficial en defensa del honor de Ángela, desmintiendo los rumores y rehabilitándola públicamente.
Fue un golpe maestro. Al entregársela a Lorenzo en la biblioteca, su expresión cambió del desprecio al desconcierto. Ya no podía usar la supuesta “caridad” de su propuesta de matrimonio como escudo: Ángela ya no necesitaba salvadores. Leocadia lo había humillado con elegancia y sin decir una palabra más alta que otra. La jugada estaba hecha. Lorenzo, por primera vez, estaba desarmado.
El plan de fuga
Esa misma noche, Curro y Ángela decidieron que no podían esperar más. La decisión estaba tomada: huir. Y no estaban solos. Pía, que había sufrido la crueldad del sistema de La Promesa, decidió ayudarlos sin titubeos. “Merecen ser libres”, dijo con una convicción que solo el sufrimiento real puede otorgar.
El plan era arriesgado, casi suicida. El palacio dormía, pero cada sombra podía esconder un guardia. Pía, en un acto de distracción brillante, provocó un falso incendio dejando una olla quemada olvidada en el fogón. Mientras los sirvientes corrían a sofocar la supuesta emergencia, Ángela y Curro cabalgaban hacia el amanecer, escapando de una vida de represión y manipulaciones.
La furia del día siguiente
Al descubrir la desaparición de la pareja, Lorenzo estalló en cólera. Su rabia fue descomunal, pero inútil. Ángela y Curro se habían desvanecido en la noche, y con ellos, también se habían desvanecido sus planes de control, poder y venganza.
Por su parte, Leocadia recibió la noticia con una expresión ambigua, una sonrisa apenas esbozada. Sabía que había perdido a su hija, pero también que la había liberado. Y esa pequeña victoria silenciosa era, en su código, suficiente.
Un nuevo comienzo… o el principio del fin
La fuga de Ángela y Curro marca un antes y un después en La Promesa. No solo simboliza la rebelión contra la tiranía de Lorenzo, sino también una ruptura con el sistema de silencios, secretos y jerarquías que han gobernado el palacio durante décadas.
Pero la pregunta ahora es: ¿será esta libertad verdadera o una simple pausa antes de una nueva tormenta? ¿Podrán vivir una vida sin miedo, lejos del control de los poderosos? ¿O la sombra de La Promesa los alcanzará incluso en la distancia?
Lo único cierto es que la verdad, por más dolorosa que sea, los ha liberado. Y en ese instante de valentía y amor, Curro y Ángela decidieron escribir su propio destino.
No te pierdas los próximos capítulos de La Promesa. Las emociones están lejos de terminar.
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