En la majestuosa finca de La Promessa, los destinos comienzan a entrelazarse de forma inesperada, dando paso a revelaciones, celos, gratitud y, sobre todo, una furia que arderá como nunca: la de Leocadia, quien se siente traicionada y desplazada.
Todo inicia con una noticia sorprendente: Adriano y Caterina están a punto de recibir un título nobiliario, un honor que transformaría no solo sus vidas, sino también el equilibrio jerárquico de toda la comunidad. Lisandro, movido por la gratitud y el afecto, decide elevarlos socialmente, provocando celebraciones, ilusiones… y rencores.
Uno de los más furiosos es Giacobbe, quien no puede soportar que un campesino como Adriano reciba tal distinción. Lo considera una ofensa personal y, consumido por la envidia, no pierde ocasión para humillarlo y recordarle su origen humilde. La tensión entre ellos crece y amenaza con estallar.
Mientras tanto, Simona, aún afectada por una conversación dolorosa con Tonio, encuentra alivio en la compañía de Manuel, quien le confiesa haber visitado la tumba de Hann, cerrando un capítulo doloroso de su vida. Su gesto es de paz interior y madurez emocional.
En otro rincón de la finca, Alonso se presenta ante Romulo, el fiel mayordomo, para entregarle una bolsa llena de oro. No es solo un pago: es un profundo agradecimiento por haber sido su sostén en los momentos más oscuros. Un lazo de respeto y amistad queda sellado entre ellos.
Pero no todos celebran estos cambios con la misma emoción. Leocadia, al enterarse de los planes de Lisandro, estalla de ira. Considera la nobleza de Caterina y Adriano un ultraje a su estatus, un insulto intolerable. Irrumpe ante el duque con furia, pero Lisandro la rechaza con frialdad: “Mis decisiones responden al rey, no a tus opiniones”. Humillada, Leocadia se retira… pero en su interior algo se rompe. Su rabia se convierte en un deseo implacable de venganza. Y cuando Leocadia planea su venganza, nadie está a salvo.
En paralelo, un nuevo misterio surge: Curro recibe una citación urgente del capitán Lorenzo. Algo grave se avecina, y las mentes más brillantes de la finca comienzan a especular sobre las consecuencias de esta inesperada llamada. Lorenzo nunca actúa sin una estrategia, y esta vez podría ser letal.
María Fernández, por su parte, se consume por la culpa. Cree ser la causa de la caída espiritual de Samuel y lo presiona para que confiese públicamente su responsabilidad. Su deseo de redención la empuja al límite, convencida de que solo la verdad los liberará del tormento que los une.
Emilia, en secreto, saborea una felicidad inesperada: Romulo le ha prometido dejarle la propiedad. Es un futuro nuevo y esperanzador, pero debe guardar silencio. Esa promesa es su tesoro más íntimo… y su mayor esperanza.
No muy lejos, la intriga se intensifica cuando Curro, Pia y Lope descubren restos de cianuro en una joya aparentemente inocente. Deciden regresar a la joyería, no solo para obtener respuestas, sino para desenmascarar a quien oculta veneno tras el lujo. Saben que sus vidas podrían estar en riesgo, pero no se detendrán.
Y mientras todos creen que Ángela se ha marchado definitivamente a Zúrich, Leocadia se regodea en su aparente victoria. Cree haberla eliminado del tablero, sin sospechar que Ángela no huye: se prepara para contraatacar. Su partida es solo una maniobra. Lo peor para Leocadia está por llegar.
Mientras tanto, Manuel cierra una venta estratégica que promete prosperidad. Le cuenta a Simona, en un momento íntimo, que finalmente ha hecho las paces con su pasado, visitando la tumba de Hann. Se siente más ligero, como si se hubiese liberado de una pesada carga.
La finca de La Promessa vibra con secretos, sueños, traiciones y esperanzas. Las paredes susurran historias de amor y odio, de lealtades profundas y heridas abiertas. Cada personaje guarda un misterio, cada mirada oculta un conflicto. Y aunque algunos creen que todo está dicho, el verdadero juego apenas comienza.
Leocadia, herida y humillada, no se detendrá ante nada. Su furia será el catalizador de una tormenta que amenaza con arrasar el mundo de todos. Y mientras sus enemigos celebran, ella afila en silencio las armas de su revancha…
Prepárate: el pasado no perdona, y Leocadia tampoco.