Después de la cena, cuando las luces titilantes se apagaron y el ambiente se volvió tranquilo, Ferit tomó la mano de Seyran y la condujo al balcón. La luz de la luna bañaba todo el cielo, iluminando sus rostros y haciendo que todo a su alrededor pareciera detenerse. La brisa suave acariciaba el cabello de Seyran, trayendo consigo el aroma de las flores y la tierra, creando un ambiente romántico y sereno. Ferit miró a Seyran con ternura y dijo: “Quiero que bailemos, solo un baile lento, sin música, solo con los latidos de nuestros corazones.”
Seyran vaciló al principio, sintiendo una ligera preocupación en su interior, pero la mirada de Ferit la hizo incapaz de rechazarlo. Sonrió suavemente y puso su mano en la de él. Sus dedos se entrelazaron, cálidos, como si hubieran esperado este momento durante mucho tiempo. Comenzaron a bailar, paso a paso, lentamente, como si se movieran en un espacio ajeno al tiempo. No hacía falta hablar, solo había un silencio entre ellos, un silencio lleno de significado, como una promesa silenciosa de que no se separarían nunca.