Seyran miró por la ventana, las luces de Navidad de las casas cercanas iluminaban toda la calle, pero en su corazón aún residía la oscuridad del pasado. Recordó el momento en que ella y su hermana pintaron un cuadro de Navidad en la escuela, lleno de sueños sobre una familia feliz junto al árbol de Navidad. No sabían que, poco después, Kazim descubriría el dibujo y toda esa felicidad desaparecería.
Cuando Kazim vio el dibujo, su ira fue como una tormenta que arrasó la habitación. Les gritó por desperdiciar su tiempo en cosas irreales, que no eran dignas de la familia Sanli. Rasgó el dibujo y lo arrojó a la basura, como si estuviera destrozando los sueños de las dos hermanas. Ese dibujo, aunque solo fuera un sueño, dejó una profunda herida en el alma de Seyran, impidiéndole pensar en celebraciones cálidas como las demás personas.