La tensión en La Promesa alcanza un punto de no retorno con la inminente boda entre Ángela y Lorenzo, un enlace que no nace del amor, sino de la manipulación y la ambición. Lo que parecía un destino sellado se transforma en un campo de batalla emocional y estratégico, donde la joven Ángela, hasta ahora sumisa y callada, se alza con una valentía inesperada que pone contra las cuerdas tanto a su madre Leocadia como al capitán Garrapata, ese hombre que guarda en su historial un oscuro pasado de abusos y mentiras.

Desde las primeras escenas del capítulo, el espectador percibe que algo ha cambiado en Ángela. Sus palabras ya no tiemblan, su mirada ya no se esconde. Enfrentada cara a cara con Lorenzo, la muchacha rompe el muro del silencio y le arroja en plena cara los pecados que lleva arrastrando: el sufrimiento de Eugenia, la esposa que terminó internada en un manicomio tras ser empujada al abismo de la locura, y aquel desenlace fatal en el torreón, donde su vida se apagó por culpa de la manipulación conjunta de Lorenzo y Leocadia. La mención de ese recuerdo, que sigue siendo una herida abierta para la familia, es un golpe directo a la seguridad del capitán. Acostumbrado a la obediencia y al miedo, jamás imaginó que la joven que debía convertirse en su esposa se atrevería a desenmascararlo con tanto coraje.

La Promesa: ¿Quién es el padre de Ángela?

Lorenzo, herido en su orgullo, reacciona con furia contenida. Sabe que la valentía de Ángela no solo lo expone ante el recuerdo de los suyos, sino que amenaza su plan de poder. La tensión entre ambos se palpa como un duelo: ella no retrocede, él no soporta perder el control. Este enfrentamiento no es solo un choque de palabras, sino un punto de inflexión que marca el despertar de Ángela como protagonista de su propio destino.

Pero la rebelión de Ángela no se detiene ahí. Tras el enfrentamiento, busca refugio en el Padre Samuel. En él encuentra no solo un oído dispuesto a escuchar, sino también la posibilidad de hallar una salida a la pesadilla que la acecha. Vulnerable pero decidida, la muchacha le confiesa que debe impedir esa boda a toda costa, que no puede permitir que se consume un matrimonio sin amor y marcado por la manipulación. Y entonces pronuncia la frase que lo cambia todo: “Tú puedes ayudarme.” Esa súplica, cargada de fe y desesperación, convierte al sacerdote en una figura clave en el destino de la joven.

El Padre Samuel, fiel a su carácter prudente, intenta calmarla, apelar al diálogo y a la paciencia. Sin embargo, sus ojos revelan que sabe muy bien lo que está en juego. La pregunta no es si puede ayudarla, sino hasta qué punto está dispuesto a arriesgarse para hacerlo. Porque lo que Ángela parece insinuar va más allá de un simple consejo espiritual: se trata de un plan que podría dar un giro inesperado a toda la historia.

Ese plan se resume en una idea tan arriesgada como brillante: una boda puede impedir otra boda. En la lógica de la época, un matrimonio bendecido por la Iglesia, aunque fuese secreto, es indisoluble y se antepone a cualquier compromiso posterior. Si Ángela lograra unirse en matrimonio con Curro antes de que Leocadia y Lorenzo consigan imponer su enlace oficial, toda la estrategia de sus enemigos se vendría abajo. No habría marcha atrás: Ángela ya sería una mujer casada y, por lo tanto, intocable para el capitán.

El recuerdo de la intentona fallida de Manuel y Jana viene inmediatamente a la memoria. En aquella ocasión, el Padre Samuel estuvo a punto de bendecir una unión clandestina en la ermita, pero la marquesa doña Cruz intervino en el último instante para frustrar sus planes. Ese precedente convierte la idea en un riesgo evidente: repetir la jugada podría terminar en otro fracaso. Y sin embargo, esta vez las circunstancias son distintas. Samuel conoce bien el amor sincero que une a Curro y Ángela, y al mismo tiempo sabe que la unión con Lorenzo es una farsa impuesta. Entre la verdad del corazón y la presión social, ¿qué camino elegirá?

La hipótesis de un matrimonio secreto se convierte en la gran incógnita que sobrevuela cada escena. Para Ángela, no hay alternativa: prefiere arriesgarlo todo en una boda clandestina que resignarse a una vida de sometimiento junto a Lorenzo. Para Samuel, la decisión implica desafiar a Leocadia y enfrentarse a la maldad del capitán, un paso que podría ponerlo en peligro tanto a él como a la propia institución que representa. Y sin embargo, la balanza empieza a inclinarse hacia el amor verdadero, hacia ese gesto de rebeldía que podría salvar a la joven.

Mientras tanto, en el palacio, las tensiones se multiplican. Alonso, cada vez más consciente de la injusticia que sufre su sobrina, intenta detener los planes de Leocadia, pero se encuentra con una mujer de hierro, decidida a sacrificarlo todo por consolidar su pacto con Lorenzo. La baronesa no escucha razones ni se conmueve ante las súplicas: su objetivo es la boda y nada la detendrá. Lo que ignora es que su hija ya no está dispuesta a callar y que las cartas han empezado a barajarse de un modo que escapa a su control.

El capítulo avanza entre susurros de traición y secretos revelados. La confesión de Ángela al sacerdote se convierte en el centro de todas las miradas, aunque ninguno de los personajes es consciente aún de lo decisivo que resultará ese encuentro. Los criados, atentos a cada movimiento, perciben el nerviosismo que se respira en los pasillos. Candela y Ricardo comentan los castigos impuestos por Cristóbal, que endurece su mano en la casa como si quisiera borrar cualquier rastro de libertad. Petra, enferma y debilitada, observa desde su silencio, temiendo que la enfermedad le arrebate la poca influencia que aún conserva.

La Promesa: ¿Quién es el padre de Ángela? ¡Eugenia lo sabe!

Y en medio de todo, Ángela emerge como una mujer nueva. Su voz, antes apagada, ahora retumba con fuerza. Sus pasos, antes temblorosos, ahora marcan un camino claro: evitar la boda con Lorenzo cueste lo que cueste. La revelación de su plan al Padre Samuel, esa súplica de ayuda, se convierte en la clave que puede hacer tambalear a los poderosos y abrir una grieta de esperanza en el destino que parecía sellado.

La gran pregunta queda en el aire: ¿aceptará el sacerdote oficiar un matrimonio clandestino para salvar a la joven? ¿Se repetirá la historia de Manuel y Jana o, por fin, el amor logrará imponerse a la manipulación? El destino de Ángela pende de un hilo, y lo que está en juego no es solo su felicidad, sino también el equilibrio de poder en La Promesa.

Lo único seguro es que nada volverá a ser igual tras este episodio. La batalla entre obediencia y libertad, entre imposición y amor verdadero, acaba de comenzar.