Y en los próximos capítulos de la serie La Promesa

Ángela y Curro finalmente darán el paso más arriesgado de sus vidas. Después de noches interminables de dudas, miedo y silencios compartidos, tomarán valor para abandonar el palacio en plena madrugada. Su destino soñado será Suiza, un lugar lejano donde creen que podrán empezar de cero, libres de las cadenas del pasado y, sobre todo, lejos de la sombra opresora de Lorenzo. Con cada prenda doblada y con cada moneda guardada en secreto, se aferrarán a la esperanza de una vida distinta.

Sin embargo, la ilusión de la fuga pronto se verá amenazada. Durante el trayecto, cuando la oscuridad del bosque apenas les permita avanzar, Ángela comenzará a sentir un dolor extraño que la hará detenerse en seco. Su respiración se volverá agitada y el cansancio la superará. Curro, preocupado, intentará convencerla de que regresen para pedir ayuda, pero ella, con lágrimas en los ojos y una fuerza casi obstinada, insistirá en seguir. Será en ese instante de tensión cuando se producirá una revelación devastadora: Ángela descubrirá un cambio en su cuerpo que le hará comprender lo inevitable. Entre sollozos, confesará la verdad: está embarazada.

El hallazgo caerá sobre Curro como un rayo en medio de la noche. Atónito, tardará unos segundos en reaccionar, hasta que el amor y la responsabilidad lo impulsen a abrazarla con fuerza. El giro será demoledor, porque ese embarazo no solo pondrá en riesgo la huida, sino que además añadirá una capa de vulnerabilidad que Lorenzo podría usar en cualquier momento como arma contra ellos. Desde entonces, el secreto deberá guardarse con uñas y dientes, porque si el capitán llega a enterarse, su crueldad no tendría límites.

La mañana previa a la fuga

Horas antes de la desesperada revelación, el palacio de La Promesa amanecerá envuelto en una calma engañosa. El sol entrará por los ventanales iluminando los pasillos como si nada ocurriera, pero para Ángela y Curro esa claridad solo marcará la cuenta atrás hacia su libertad. Desde el regreso de Lorenzo, cada día se había vuelto una tortura: miradas cargadas de desprecio, amenazas apenas disimuladas, órdenes humillantes que convertían la vida en un suplicio. Ambos comprendieron que si no escapaban pronto, acabarían destruidos.

En su habitación, Ángela preparará con esmero una pequeña maleta con vestidos sencillos, lo suficiente para no levantar sospechas en el viaje. Su corazón latirá con fuerza, aunque en su interior no habrá dudas: debía marcharse. Poco después entrará Curro en silencio, con un pequeño fardo bajo el brazo que contenía algunas monedas ahorradas en secreto, un mapa y una carta de despedida dirigida a Manuel, la única persona en quien confiaba plenamente.

—¿Está todo listo? —preguntará ella en voz baja, temiendo que alguien escuchara tras la puerta.
—Casi —responderá él dejando el fardo sobre la cama—. Tengo el dinero justo para cruzar la frontera y un contacto que nos conseguirá pasajes discretos de tren. Pero debemos apresurarnos, Lorenzo ronda por los pasillos como un sabueso.

La tensión se apoderará del ambiente. Ángela suspirará, recordando la voz del capitán, siempre presente, siempre persiguiéndolos. Confesará que no soporta más sus amenazas y que cree firmemente que hará todo lo posible para separarlos. Curro tomará sus manos con ternura y le prometerá que en Suiza nadie los juzgará, que podrán vivir en paz, lejos de las intrigas del palacio.

La preparación en secreto

Durante la mañana, ambos cuidarán cada detalle de la fuga. Curro pedirá discretamente a Pía algunas mantas y provisiones, fingiendo que se trataba de un simple viaje corto. Pía, intrigada, insistirá con preguntas, pero él logrará salir del paso con una sonrisa nerviosa. En la cocina, Ángela aprovechará el ajetreo de Simona y Candela para llenar un saco de lino con pan y frutas, escondiéndolo bajo la falda para no despertar sospechas.

La tensión crecerá cada vez que Lorenzo aparezca en los pasillos. En un momento crítico, el capitán se interpondrá en la escalera, lanzando una de sus burlas crueles. Aunque la sangre de Curro hierva, logrará contenerse, recordando la promesa hecha a Ángela: no caer en provocaciones. Esa contención será su única arma hasta la noche.

Al atardecer, se reunirán en los establos para dar los últimos ajustes al plan. El silencio del lugar, interrumpido solo por los relinchos de los caballos, les dará un respiro momentáneo. Curro le explicará cómo saldrán tras la cena, atravesando el bosque hasta alcanzar la carretera. Ángela, nerviosa pero decidida, afirmará que nadie sospechará de inmediato. Lo abrazará con fuerza, agradeciéndole por darle esperanza y valor.

El otro frente: Lorenzo y Leocadia

Mientras tanto, Lorenzo no perderá el tiempo. Tras recorrer los pasillos con aire desafiante, se dirigirá directamente a los aposentos de Leocadia. Allí exigirá sin rodeos que le entregue la mano de Ángela en matrimonio. La condesa, furiosa, intentará resistirse, pero el capitán revelará que conoce demasiados de sus secretos: su pasado con Cristóbal, sus intrigas contra Cruz e incluso lo ocurrido con Jana. Ante la amenaza de exponerla, Leocadia no tendrá otra opción más que fingir aceptación.

Pero apenas Lorenzo se marche, Leocadia desvelará a Cristóbal que todo fue una fachada. Su intención real será deshacerse del capitán para siempre, aprovechando su arrogancia para tenderle una trampa. Ambos pactarán un plan que, según ella, pondrá a Lorenzo de nuevo en la cárcel, esta vez de manera definitiva.

La noche de la huida

Llegada la oscuridad, Ángela y Curro se reunirán en secreto junto al portón trasero del palacio. El momento de la verdad habrá llegado. Con manos temblorosas, ajustarán sus bolsas y se internarán en el bosque, dejando atrás lo que parecía una cárcel. El camino, sin embargo, será arduo: el frío morderá sus rostros y el terreno pedregoso castigará sus pasos.

De pronto, Ángela se detendrá con un gemido, llevándose las manos al vientre. El dolor será tan intenso que apenas podrá hablar. Curro, alarmado, se acercará y notará la leve hinchazón de su abdomen. La revelación se hará inevitable: Ángela está esperando un hijo. Entre lágrimas, le confesará que desde hacía días sentía mareos y cansancio, pero ahora lo entendía todo.

Curro quedará paralizado, pero pronto la abrazará con fuerza, prometiéndole que nada ni nadie los separará. Sin embargo, comprenderán que el viaje no puede continuar. El riesgo para ella y para la criatura sería demasiado alto. Con el corazón encogido, decidirán regresar al palacio en silencio. La huida tendrá que esperar.

El secreto y la reacción de Leocadia

A la mañana siguiente, Ángela reunirá valor para confesarle la verdad a su madre. Pálida y abatida, le dirá que espera un hijo de Curro. Leocadia, sorprendida al principio, pronto mostrará una fría sonrisa. Para ella, el embarazo se convertirá en un arma perfecta: un argumento irrefutable para rechazar a Lorenzo y ridiculizarlo frente al marqués. Según ella, nadie creerá en las palabras de un criminal cuando intente presionarla.

Ángela, atónita ante tanta frialdad, preguntará si realmente la protegerá. Su madre responderá con cinismo: se protegerá a sí misma, pero en este caso sus intereses coinciden. El hijo que espera será un escudo contra Lorenzo.

La confrontación final

Horas más tarde, Lorenzo irrumpirá en los aposentos de Leocadia exigiendo una fecha para la boda. Ella, con calma calculada, lo desarmará con una frase demoledora: “Ángela está embarazada, y el hijo es de Curro”. El silencio se volverá insoportable. El rostro del capitán se deformará de furia. Gritará, amenazará y jurará venganza, saliendo con un portazo que resonará por todo el palacio.

Mientras tanto, en el jardín, Curro observará a Ángela a lo lejos, acariciándose discretamente el vientre. Conmovido y decidido, susurrará para sí mismo: “No nos separarán, ni Lorenzo ni nadie”.

Con este giro, la trama de La Promesa se encaminará hacia un clímax explosivo. El embarazo de Ángela no solo cambia el rumbo de la pareja, sino que también se convierte en la pieza clave que puede derribar las ambiciones de Lorenzo y poner a Leocadia en una posición de poder inesperada.